Cuento: El aleteo de una mariposa.

El aleteo de una mariposa. 

Eran las 5 de la tarde y como de costumbre, me encontraba usando el celular, ya que no tenía nada más interesante que hacer. De repente, mientras revisaba las notificaciones que tenía, veo un encabezado llamó mi atención.

¡Histórico: Esta es la primera suspensión de elecciones en RD!

Me dio mucha curiosidad, ya que algo así nunca había pasado, así que di clic en el título, el cual me llevó a una versión más extendida de la noticia.

Histórico. Por primera vez en la historia democrática de República Dominicana se suspenden unas elecciones nacionales. La decisión fue tomada por el pleno de la Junta Central Electoral (JCE) ante el fracaso del voto automatizado, que se pretendía utilizar en el actual proceso electoral…

“Mami, ¿e’ verdá’ que se cancelaron las elecciones?” Le pregunto a mi mamá después de leer aquella noticia en mi celular.

“¿Cómo así mi hija?” Pregunta ella.

“Es que en la página del Listín Diario dicen que se cancelaron dique’ porque fallaron las máquinas del voto automatizado”

“¡¿Cómo?! A po’ yo no sabía eso. ¡Y yo que iba a votar en un ratico! No pero Dios mío, la verda’ es que este país va de mal a peor.” dice ella, como siempre, quejándose.

Decido irme a mi habitación a hacer mi tarea, así que me paro del mueble en el que estaba sentada, un poco molesta, ya que me parece muy sospechoso eso de que “casualmente” se hayan cancelado las elecciones el mismo día en el que se realizaron. Mi mamá tiene razón, la verdad es que en este país parece que nunca van a dejar de haber fraudes.

Después de terminar mi tarea, me puse a ver una película con mi mamá, hasta que las dos nos quedamos dormidas.

Han pasado unos días. Me encuentro haciendo el desayuno mientras canto una salsa que he tenido en la cabeza desde que me desperté. Cuando terminé de hacerlo, mi mamá y yo nos sentamos en la mesa, y en lo que ella leía el periódico, yo revisaba mi celular.

“Ay dio’ mi hija, pero la cosa se está poniendo fea, ¿tú viste?” me habló, sin quitar su vista del periódico.

“Mami ya deja ese tema que me prende la sangre escuchar la irresponsabilidad de nuestro gobierno.” Le respondí.

Justo al terminar de decir eso, me llama mi amiga Daniela por facetime. Miro a mi mamá buscando aprobación, y ella me asiente, así que le acepto la llamada.

“Vieja, ¿tú viste lo que pasó ayer?” Me dijo Daniela, con un tono de voz alterado.

“No, ¿Qué pasó?” Le dije, mientras me llevo el tenedor a la boca.

“Leila, ¿de verdad tú no has visto nada? Eso está por todo Instagram loca.” Me respondió, mirándome como si recién me hubiera enterado de que la tierra es redonda.

“Pero termina de decirme porque aja” Le dije, desesperada.

“Óyeme, eso fue una loquera. Empezaron como 200 personas, pero ayer se veían como 10,000.”

“¿Pero de qué es que tú me estás hablando? Yo no estoy entendiendo bien.” Le digo, mirándola con confusión.

“¡Huelga! ¡Hay muchísima gente haciendo huelga en la plaza de la bandera por el fraude de las elecciones! Yo desde que lo vi le dije a mami que yo iba pa’ allá.” Me dice, un tanto emocionada.

“¿Una huelga? Pero yo no estaba para nada enterada de eso. Es que yo tengo unos días que no entro a Instagram.”

“Sí…” Hace una pausa, y me da esa sonrisa característica de ella antes de volver a hablar, “Anyways, yo te llamé para decirte que si tú quieres venir conmigo, porque tú sabes que yo no voy a hacer eso sola.” Me dice, aún con aquella sonrisa picarona.

“Yo sabía.” Solté una risita, “Pero está bien, como sea yo iba a decirte que quería ir desde que me lo dijiste. Me parece algo excelente que nuestro país por fin se dé cuenta del fraude que son los partidos políticos. Ese ‘fallo’ de las máquinas fue la gota que rebosó el vaso.” Le dije a Daniela, haciendo comillas al decir fallo.

“Yo sabía que tú ibas a decir que sí, después de todo tú eres la defensora del pueblo.” Ambas nos reímos, “Entonces tú me tiras y me dices que día vamos y a qué hora. ¡Y lleva un cartel! Que tenga una frase dura, ¿ok? No voy a andar con gente con las manos vacías.”

Me reí y asentí con la cabeza. Le lancé un beso y nos despedimos con un “nos vemos”. Miré a mi mamá, quien me miraba muy atenta y con desapruebo.

“Tú no vas para allá.” Me dice con autoridad.

“¡Mami! ¿Cómo así?” Le digo molesta.

“¿Qué tú vas a buscar por allá? Va y te atracan muchacha.”

“¡Pero mami!” Le dije, en un tono más fuerte.

“Ya yo te dije a ti. Y a mi no me hables con ese tonito.” Me dijo, y volvió su vista al periódico.

Quise dejar de pelearle, ya que la conozco, y se que si sigo insistiendo se va a irritar más de lo que está. Sin embargo, decidí hablar una vez más.

“Mami” Ella volteo su cara hacia mí “Nosotros los jóvenes se supone que somos el futuro de este país, pero ¿qué haremos si no tenemos un futuro al cual aspirar? No somos un pueblo libre, y lo sabes, y esta huelga busca acabar con esto. No podemos seguir así. Yo quiero que en mi país dejen de venderse por un pica pollo y 500 pesos. Déjame ir a pelear por mi futuro.” Buscaba aprobación en su cara.

“Está bien, pero 24/7 con Daniela, y no te lleves ni el celular, ni reloj, ni nada, ¿ok?”

“Si si, ta’ bien. ¡Gracias!” Le digo, emocionada.

El día pasó muy rápido. Ambas nos dormimos y en un dos por tes, ya había amanecido. Daniela y yo habíamos coordinado en ir a las 10:00AM a la plaza de la bandera. Ambas iríamos de negro completo. A eso de las 10:15AM ya había llegado, y estaba en el punto donde dijimos que nos encontraríamos.

En lo que la esperaba, me fijaba en mi alrededor. Habían de todo tipos de personas. Se sentía como que ya no estábamos separados. Ya no éramos los “popis” ni los “wawawa”, simplemente éramos un pueblo unido, luchando con un mismo propósito.

Había desfiles, personas disfrazadas burlándose de la Junta y de los partidos políticos. También había algunas personas con unos globos blancos, que, según me contaron, estaban ahí para ayudar por si te sentías mareado o sin fuerza, ya que el calor podría causar esto. Te daban agua y comida por si la necesitabas. También vi a unas personas que se tomaron esta huelga como si fueran unas fiestas patronales, pero a esos decidí ignorarlos.

Pasados unos 3 minutos, llegó Daniela a aquel sitio donde decidimos encontrarnos. Ella llevaba una bandana roja amarrada alrededor de su cabeza, y tenia pintada la bandera en un lado de su cara.

“Te dije que vinieras con flow, no como vagabunda” Me dijo, mirándome arriba y abajo

“Pero ¿es a protestar o a modelar?” Le digo en forma de burla, y ella se ríe.

“Antes muerta que sencilla” Dice, citando aquella frase que tanto decía su mamá.

Mi cartel no era nada comparado con el suyo. El suyo decía “Mi mai’ me dijo que deje la mala junta”. Estaba muy bien elaborado, mientras que el mío simplemente era un pedazo de cartón que tenía escrita la frase “tamo’ harto!” con un marcador negro.

El día pasó en una milésima de segundos, y sin darnos cuenta, ya eran las 7PM. Ambas nos encontrábamos comiendo en un Wendy’s que estaba en Ágora.

“Diache loca, eso fue una chercha” Me dijo Daniela.

“Ya lo sabe’. Pero en verdad me siento bien después de hacer eso. Me siento como que estoy aportando algo.” Le digo mientras me como mi hamburguesa.

“Claro, algo había que hacer para aportar, porque si no lo hacemos nosotros los jóvenes para proteger nuestro futuro, ¿quién más lo hará?” Me dice, y asiento con la cabeza.

“¿Qué hora es?” Le pregunto, ya que no tengo ni mi reloj ni mi celular. Ella saca su celular y me enseña la pantalla.

“¿7:58PM? Yo quería llegar a la casa antes de las ocho para poder hacer lo del cacerolazo. Por mi casa están activos, hasta doña Ana sale a darle a su olla.”

“¿En serio? Yo juraba que ella era de esas que mandan a callar” Dijo, y soltó una risita leve, a la cual me uní.

Al dar las 8PM, me sentí un poco triste porque hoy mi mamá, Daniela y yo saldríamos a hacer lo del cacerolazo. Mientras pensaba en eso, tuve una idea.

Miré a todo mi alrededor y sin dudarlo, empecé a darle con mis manos a la mesa como si de un tambor se tratase.

“¡Leila! ¿qué tú hace’? ¿Tú quieres que nos boten de aquí?” Me dice Daniela, un tanto alterada.

“Llévate de mí, la gente me va a seguir el coro.” Ella se calmó un poco, soltó un suspiro y me siguió la corriente, dándole también a la mesa.

En unos pocos segundos se encontraban todas las personas en el área de comida aplaudiendo, dándole a las mesas, a las sillas, a las paredes, a los contadores, a todo lo que hiciera sonido.

- SM

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